en medio de aquel tanteado desierto
la mañana se abre cual madura naranja
y volamos de un templo a otro
buscando dónde se iniciaron los ancestros
en qué paraje veneraban el sacro fuego
estas colinas alguna vez estuvieron pobladas
en estas aguas pescaban y bebían de las próximas
veían algo en esas pálidas arenas
invisible para nosotros ahora inalcanzable
sus flautas surcaban las distancias
anunciando mejores tiempos en el horizonte
ellos son recuerdo como yo
musgo creciendo bajo piedras
remembranza de ejército muerto
en brillante batalla lunar
alguien me recuerda
un barquero de río circular
un técnico de radios am
un dios olvidado que mira crecer la hierba
una poeta infinita celeste de rápida voz
el nombre puede ser cremado
la sombra captada en imagen
lo inasible papel prendido del viento
cuando la memoria cae al vidrio aún líquido
una mano blanca trata de asirla
quemándose toda hasta los calcios
creando una resonancia duradera
más allá de los limitantes agujeros negros
Barranca, hotel Chavín, habitación 611,
12 diciembre 2015, 06:07 p. m.
