He entrado en violeta,
y no cerré la puerta
al escuchar un caballo que desciende
por la calle cuaternaria.
Me encuentro mojado
(la lluvia que llora)
y algo personal de tristeza.
Por mi dolor de apoyo,
de siete, de sangre,
comienzo a sobrellevar
esta blandura
que de la muerte se me cae
del pelo lírico.
Triste, al no poder cambiar
de lugar,
ni de viajar a otra
curación intrínseca
mientras duerme mi sensibilidad,
mi conversación antológica de ceros.
El cielo turquesa
y un canto vegetal
son el liderazgo del epitafio
que resigno, doblando mis pobres
cuerdas de enfermero,
lavándome la subterránea presencia.
Difícil de decir:
“Pintemos una cara fuerte”,
mi anexo continúa latiendo involuntario
y fresco
hasta el día en que haya un escrito
menos en la terrible opción de terminar.
1994
Poema inédito hasta la fecha. Al ingresar a la Universidad de San Marcos -al parecer- mi depresión fue en aumento hasta casi el día de hoy. Obviamente los versos en los que hablo del equino son un eco del poema "El caballo" de José María Eguren, que alguna vez lo escuché maravillado de la estremecedora voz de Washington Delgado en uno de aquellos hermosos Lunes de Poesía que organizaba Luis La Hoz en el Ekeko de Barranco allá por 1993 ó 1994. Forma[ba] parte de un conjunto de 12 poemas titulado Lamentos Y Continuaciones (1994), aún sin publicarse como siempre ^_^