Tu piel revolotea como gotas de cactus escondido bajo la nieve
Cuyas espinas voy tocando en el paso del alba por encima
del umbral de la locura
Acostados en nuestro lecho de cenizas
Nos desafían a pura agua
Los sonidos de violines blandos
El caminar de tijeras robadas
O el temblar de cofres llenos de plumas arrancadas de
nuestras espaldas
En el momento de dormirnos en el reino de las vocales
de oro
Solo existen nuestras sombras
En la corriente de las fontanas
Sobre la laguna de cantos
O de regreso en la noche por tren mirando la caída de
los murciélagos en la boca de cada niño bueno
El viento va asiendo tu cabello con semillas de niebla
Para tenerte entre sus manos translúcidas empapadas de
olas marchitas en otoño
Y yo voy dándome vueltas por las ramas del árbol
Que crece del humo de las frutas cuando al comerlas
pierden sus dedos y ya no pueden peinarse en la tarde
Solo veo tu cuerpo azul
Sobre la aureola de la luna
En ese tiempo en que tus pasos se enfrían bajo el rocío
derramado con pies de loto semejantes a los tuyos
Y con ojos cristalinos delante del beso de tigresa que
cambia coronas de luz
Al nacer una y otra vez en la selva invernal
Hacedora de champaña del aire
Nos tocamos en las sienes
Al estar observando grietas acuosas
En este espacio campestre y navegante
Donde por tu olor de ave
Mi deseo se hace el horizonte con brazos de terciopelo
Porque mi alegría a fuerza de ser un muelle de azafrán
Brota de tu sed saciada por la ternura de la hierba
Y no tengo más que iluminarte hasta que tu sueño sea
una hermosa carta
Que recibiré todos los días debajo de mi puerta de
espejos gatunos
15 abril 1996
Este poema pertenece a mi libro Laguna De Electricidad, publicado en 1998 (la carátula y la portada están aquí junto). Recién me doy cuenta de que no publicaba en este blog textos de este poemario desde el año 2010 (ver por aquí). Disculpen el olvido amigos. Con las ligeras variaciones aquí insertas, este es la versión definitiva del poema, que difiere de la incluida en el libro. Este poema partió de la verídica situación en la que yo hacía extensas llamadas telefónicas a la enamorada que en ese entonces tenía, para disgusto de quien pagaba las cuentas en casa en ese entonces: mi fallecido padre. Y como recordarán aún ese tiempo, como decían las Pandora, "el teléfono era cara". Valga el poema y sus resplandecientes imágenes para recordar esos años en que hablar por teléfono era prácticamente un rendez-vous. Gracias por seguir leyendo ^_^
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